jueves, 24 de julio de 2008

No falta nadie en el jardín. No hay nadie:
sólo el invierno verde y negro,
el día desvelado como una aparición,
fantasma blanco, fría vestidura,
por las escalas de un castillo. Es hora de que no llegue nadie,
apenas caen las gotas que cuajaban el ROCÍO
en las ramas desnudas del invierno
y yo y tú en esta zona solitaria,
invencibles y solos, esperando
que nadie llegue,no, que nadie venga
con sonrisa o medalla o presupuesto
a proponernos nada.
Esta es la hora
de las hojas caídas, trituradas sobre la tierra,
cuando de ser y de no ser vuelven
al fondo despojándose de oro y de verdura
hasta que son raíces otra vez
y otra vez, demoliéndose y naciendo,
suben a conocer la primavera.
Oh corazón perdido
en mí mismo, en mi propia investidura,
qué generosa transición te puebla!
Yo no soy el culpable
de haber huido ni de haber acudido:
no me pudo gastar la desventura!
La propia dicha puede ser amarga
a fuerza de besarla cada día
y no hay camino para liberarse
del sol sino la muerte.

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